jueves, 27 de diciembre de 2007

Árboles y arbustos frutales

Árboles y arbustos frutales


Los árboles frutales, además de su fruta proveen de sombra y protección contra vientos.

Es necesario disponer de espacio suficiente para que la sombra de la copa no impida la llegada de luz al resto del huerto.


En caso de contar con poco espacio, es preferible elegir especies de menor tamaño y hoja caduca.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Bancales profundos para frutales

Bancales profundos para frutales


En bancales profundos se cultivan también con éxito arbustos frutales y árboles en portainjertos enanos en forma de copa o de pirámide. Alan Chadwick experi­menta en la actualidad con árboles enanos reinjertados, con otros cultivos por debajo y alrededor de los mis­mos. Se trata de una nueva técnica (los hortelanos franceses no se atrevieron nunca a cultivar frutales en sus bancales) pero parece que tiene éxito.


Si se quieren frutales grandes se los planta en banca­les profundos circulares, un árbol en cada uno. Se traza un círculo sobre el terreno que corresponda al área que cubrirá la copa del árbol. Se hace una cava doble y pro­funda a lo largo de los lados —lo ideal es cuatro paleta­das de profundidad— en el lugar donde se plantará. Esto último se hace del modo habitual.


Se sabe que las raíces de los árboles avanzan con mucha mayor rapidez en suelos no consolidados. Se observa también que tienden a dirigirse hacia arriba. Si es posible mantener la tierra suelta y ligera dentro del radio de acción de las raíces, se les brindan las condicio­nes necesarias para crecer con rapidez sin necesidad de cavar de modo constante con la pala o el cultivador. La única manera de lograrlo es no pisar nunca después de haber hecho la cava inicial profunda.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Cuánta fruta se debe cultivar

Cuánta fruta se debe cultivar


El tamaño del huerto ejerce una influencia fundamental sobre la cantidad de fruta que puede lograrse. La mayo­ría de ellos pueden —y creo que deberían— dar cabida a algunos frutales de baya. Pero si el huerto es pequeño, el espacio que ocupan, incluso las variedades enanas o emparradas, hace que no merezcan la pena. Es una lás­tima, pero conviene comparar el número de manzanas que da un ejemplar en cordón con el de judías o patatas que se obtienen de la misma superficie.

Incluso aunque el huerto sea más grande es aconseja­ble meditar con cuidado la plantación de frutales. Lo que parece que ocupa poco espacio se convierte en una gran superficie al cabo de los años. A menos que el huerto sea en realidad enorme, desaconsejo plantar fru­tales formados (pie alto). Es mejor poner variedades enanas y algunas en cordón o espaldera. Esto limita, desde luego, el tipo de frutas: es posible emparrar o plantar especies enanas de frutales de cascara dura pero no los de hueso como los ciruelos o los cerezos.


Si se dispone de una superficie amplia para los fruta­les, es posible tener entonces en cuenta los árboles de pie alto. En un área de 54 m2 por ejemplo, caben 16 perales o manzanos bien conformados. Cuando alcan­zan la madurez darán hasta 200 kg de fruta cada uno. Su desventaja inicial es que no se recoge fruta por lo menos hasta seis años después de haberlos plantado, si bien estarán en producción durante 40 ó 50 años. Las variedades enanas fructifican antes pero son menos lon­gevas. En la misma superficie es posible plantar 64 árboles de pie semialto y lograr más o menos la misma producción global (el pie semialto produce un cuarto de la cosecha de un pie alto), y dan fruto a los cuatro o cinco años de la plantación.

martes, 20 de noviembre de 2007

Mandarinas y satsumas

Mandarinas y satsumas


A las mandarinas y las satsumas se las clasifica como Cilrus nobilis. Hay mandarinas de color más intenso que otras y el nombre de satsuma es el que se aplicó a una variedad especial de las mismas. La terminología se ha complicado hoy día y ambos nombres suelen aplicarse a todo el grupo. Los frutos suelen ser de menor tamaño que las naranjas, la piel es más suelta y los gajos se separan con gran facilidad. Su ventaja es que los árboles son más pequeños y más resistentes que los naranjos y, por consiguiente, más adecua­dos para huertos pequeños, terrazas y patios. Se cultivan igual que los naranjos aunque debe tenerse en cuenta que la mayoría de las variedades no son tan productivas como los naranjos dulces.


Kumquat


Un árbol de kumquat resulta algo muy atractivo, en especial en un huerto pequeño, aunque se los cultiva también en terrados, patios y cubetas. Los kumquats pertenecen al género Fortunellas, pero están tan emparentados con el Citrus que son posibles los cruces entre ambos. El aspecto de sus frutos es el mismo que una naranja pequeña. Rara vez miden más de 4 cm de diámetro pero son muy jugosos y de excelente sabor; la piel es sabrosa y resulta excelente para mermeladas y fruta escarchada. Los árboles de kumquat son muy decorativos y rara vez tienen más de 3 ó 3.5 m de alto, con la ventaja adicional de que son más resistentes que ninguna otra espe­cie de cítrico (en especial si están injertados en patrón "Trifolia­do"). Se los cultiva exactamente del mismo modo que los naranjos.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Naranja

Naranja


Lo que la manzana es para las regiones templadas, lo es la naranja para las subtropicales. El naranjo da gran cantidad de un fruto delicioso, que se conserva bien y tiene la enorme ventaja de que se lo puede dejar colgado del árbol durante un periodo de hasta seis meses. Es una fuente rica y segura de vitamina C. En climas tem­plados los naranjos deben cultivarse bajo cristal. Se los cultiva también en tinas que se llevan al interior durante el invierno, aunque su producción es entonces bastante baja.


Suelo y clima:

Los naranjos resisten heladas invernales de hasta —7 °C, pero las temperaturas inferiores a los —4 °C dañan a los frutos y a los bro­tes jóvenes. Prefieren terrenos ligeros; lo ideal es la tierra franca arenosa: la arcilla pesada no resulta conveniente. Es necesario que el suelo esté bien drenado pues no crecen en lugares en donde el nivel de las aguas sea elevado. Les conviene mejor un suelo ligera­mente ácido: toleran un pH comprendido entre 5 y 7, aunque pre­fieren que sea alrededor de 6.


Tratamiento del suelo:

Hay que comprobar si el lugar está bien drenado. Es necesaria una cava profunda e incorporar al terreno material fosfórico y potasa. El fosfato mineral, el polvo de granito, las cenizas de madera, el compost o el estiércol de corral constituyen una buena reserva para las raíces en tiempos futuros.

Multiplicación:

Casi todos los naranjos están injertados en patrones, ya que las variedades de mejor fruto no son las más resistentes y vigorosas. Lo mejor es comprarlos ya injertados pues se trata de una opera­ción delicada. Al comprar los árboles habrá que tomar nota de qué tipo de patrones se trata, pues influyen sobre el tipo de fruto que el árbol producirá. Se indican a continuación los más co­munes:


"Trifoliado": Es el mejor para la mayoría de los huertos. Es muy resistente, soporta el frío mejor que la mayor parte de las demás variedades y es un patrón enano.

"Cleopatra": es el patrón más idóneo para las mandarinas y las naranjas pequeñas.

"Rough lemon": Este patrón prefiere suelos arenosos. Produce fru­tos tempranos pero los árboles tienen una vida bastante corta. "Naraiya dulce": Bueno en terrenos drenados carece de utilidad en arcilla, en donde sufre del mal de pie o podredumbre de la base. Produce pequeños frutos muy jugosos.

"Naraiya amarga": Aunque parezca extraño, este patrón es bueno para naranjas dulces porque es fuerte y resistente a las enfermeda­des.


Existe una gran variedad disponible de patrones. Son en lineas generales las de naranjas dulces, para consumo en fresco, o amar­gas, para la preparación de mermeladas. Las variedades dulces más comunes son "Jaffa", grande y jugosa, "Valencia", buena para el consumo y de temporada de fructificación prolongada, y "Washington Navel", que es la más adecuada para los climas calu­rosos parecidos al del sudoeste de los Estados Unidos.


Los naranjos se plantan en la misma época del año que los man­zanos. Los buenos viveros sirven los ejemplares con las raíces envueltas en saco y con tierra entre ellas. Hay que plantarlos con sumo cuidado para no quitar la tierra que rodea las raíces. Se las coloca envueltas dentro del hoyo; se echa algo de tierra alrede­dor del cepellón y se desenvuelven a continuación cuidadosamente.


Cada árbol debe estar separado de su vecino 7.6 m y si está injer­tado en un patrón enano, como por ejemplo el "Trifoliado", 6 m. Hay que regar en abundancia después de plantar y mantener un riego apropiado durante dos semanas. Después, se sigue regando con regularidad una vez a la semana más o menos, según el tipo de suelo.


Con los naranjos y otros cítricos es posible utilizar una modifi­cación del método del bancal profundo. Se cava un circulo alrede­dor de cada árbol cuyo diámetro sea igual a la envergadura que se espere para las ramas del ejemplar cuando sea adulto. Se mantiene ese círculo elevado, se acolcha con generosidad y no se pisa en­cima.


Cuidados durante el crecimiento:

En las regiones de precipitaciones abundantes a veces es necesario regar en las épocas secas durante los tres primeros años; después ya no hace falta, salvo en caso de extrema sequía. En las regiones secas, en donde escasean las lluvias, hay que regar generosamente los árboles cada dos o tres semanas, echando 90-1401 por cada ejemplar. Una cantidad superior a ésta arrastra los nutrientes fuera del alcance de las raíces. El riego "poco y frecuente" fomenta la podredumbre del pie.


Hay que abonar también el suelo mediante un acolchado abun­dante con material orgánico una vez al año. Si se utiliza material con poco nitrógeno, como heno o paja, hay que añadir algún pro­ducto que lo contenga en mayor concentración, como es el caso de la harina de huesos o de semillas de algodón, para ayudar al mate­rial a pudrirse. Si se echa compost maduro no hay que añadir nada.


La poda es mínima en los naranjos. Vienen del vivero ya poda­dos con el "esqueleto" adecuado de cuatro o cinco ramas. Los bro­tes pequeños que salen por debajo de éstas en el tronco deben arrancarse a mano cuando son pequeños. Para dar nueva vida a ejemplares antiguos hay que podar las ramas viejas; se eligen para ello las del centro del árbol que no reciben demasiado sol. Hay que cortar las que estén dañadas por la helada, pero no hasta el verano siguiente. Es importante no estimular los árboles en exceso mediante la poda de demasiadas ramas. Las superiores crecen a veces tanto que dan sombra a las de abajo. Una poda no lo solu­ciona. En un grupo de varios árboles la solución estriba en quitar uno o dos de manera que llegue más luz a los demás.


Plagas y enfermedades:

Los numerosos insectos que atacan a los naranjos de los huertos inorgánicos rara vez se presentan en los que han sido abonados por medios orgánicos. En estos últimos las heteroderas, por ejemplo, no constituyen nunca un problema ya que sus predadores viven en los árboles no rociados con productos químicos.

Podredumbre del pie: Durante los largos periodos de tiempo húmedo los naranjos son sensibles a esta enfermedad que pudre la corteza cerca del nivel del suelo, y que en casos extremos llega a matar al árbol. Para evitarlo hay que observar unas pocas reglas muy sencillas: el acolchado debe mantenerse al menos a 30 cm del tronco; ese círculo debe quedar libre de hojas caídas y residuos: no debe regarse hacia el tronco y tampoco con demasiada frecuencia; debe quedar siempre libre de tierra la unión entre el tronco y las raíces.


Recolección y almacenamiento:


Una característica excelente de los naranjos es que se puede dejar el fruto en el árbol y recogerlo cuando se quiera. Las naranjas de piel tersa se arrancan retorciéndolas; las de piel suelta se cortan con un poco del pecíolo. Se las guarda refrigeradas a — 1 °C con una humedad del 80 al 90 por ciento, aunque es poco probable que resulte necesario hacerlo pues las naranjas tienen una temporada de recolección muy prolongada. Conviene recordar que una naranja verde no está por necesidad inmadura. Las que tienen todo su color se vuelven a veces verdes cuando el tiempo se torna calu­roso aunque su sabor sigue siendo el mismo.

sábado, 27 de octubre de 2007

Limones y limas

Limones y limas


Aparte de los limones ordinarios se cultiva también el limón Meyer, que es un híbrido muy apropiado para los huertos pequeños. Es resistente —lo suficiente como para sobrevivir a temperaturas de hasta —9 °C— y bastante pequeño. Al aire libre constituye un arbusto de 1.8 m de altura. Crece bien en macetas, en terrados y patios. En la página 212 se explica el modo de cultivar limones en invernadero. Las limas se usan del mismo modo que los limones pero contienen más ácido y mucho más azúcar.


Suelo y clima:

Los limoneros son un poco más delicados que los naranjos y pre­fieren un suelo pesado. Como dan fruto durante todo el año las heladas invernales dañan a veces la cosecha. Esto es aplicable asimismo a las limas, que son todavía menos resistentes. Ambas especies son subtropicales. Toleran la mayoría de los suelos siempre que el nivel freático esté por debajo de hasta donde llegan sus raíces, que no es a más de 1.2 m. Hay que incorporar al terreno abun­dante material fosfático.


Multiplicación:

Deben comprarse los árboles ya injertados. Se plantan igual que cualquier otra especie. Los patrones más habituales son los mismos que para los naranjos. Los limoneros se plantan tam­bién en bancal profundo circular.


Cuidados durante el crecimiento:

Los limoneros necesitan un poco más de poda que los naranjos, la suficiente como para impedir un excesivo vigor que los tornaría vulnerables al mal tiempo. Hay que acortar las ramas dirigidas hacia el exterior y dejar las yemas dirigidas hacia dentro para con­seguir un árbol compacto. Esto puede hacerse en cualquier época del año. En el caso de las limas no hace falta podar. Si los ejempla­res crecen bien pero sin dar fruto, hay que protegerlos contra el viento y administrarles una porción adicional de compost; con estas pequeñas atenciones se consiguen notables resultados.


Recolección:


Tanto la temporada de limones como la de limas dura todo el año en los climas idóneos, por lo que se recogen cuando hacen falta.

martes, 23 de octubre de 2007

Pomelo

Pomelo


El pomelo evolucionó en las Antillas como una mutación de la pamplemusa, que es un fruto basto y bastante feo, pero el pomelo, tal como lo conocemos, es delicioso. Es asimismo una rica fuente de vitamina C.


Suelo y clima:

Necesita un suelo profundo y bien drenado, y lo prefiere algo ácido, a ser posible con un pH 6. En cuanto al clima resiste las mis mas temperaturas que el naranjo (-7 °C) pero necesita más calor para dar un fruto maduro perfecto. En climas templados hay que cultivarlo bajo vidrio.


Tratamiento del suelo:

Un suelo bien drenado es lo esencial. Es importante una cava pro funda, de cuatro paletadas a ser posible, y habrá que incorporar con ella algo de fosfato y potasa. El compost o el estiércol enterra­dos en el terreno son también beneficiosos.


Multiplicación:

Los pomelos suelen injertarse en patrones de naranjo amargo aun­que en suelos pobres y arenosos es mejor hacerlo sobre limonero. Los arbolitos se plantan en cualquier época del año; como son perennes todas las estaciones son iguales. Hay que plan­tarlos con mucho cuidado igual que con otras especies perennes. Hay que separar los árboles 8 m. Se puede hacer también en bancal profundo circular.

Cuidados durante el crecimiento:

El pomelo necesita agua en abundancia. En las regiones de precipi­taciones frecuentes necesitan riego durante los tres primeros años y después casi nunca más. En las regiones secas hay que empaparlos (por ejemplo 110 l) cada tres semanas. No debe echarse el agua encima del tronco. El acolchado abundante es muy conveniente siempre que se haga a 60 cm del árbol. Se poda exactamente del mismo modo que los naranjos; padecen las mismas plagas y enfer­medades.


Recolección y almacenamiento:


El fruto permanece en el árbol durante meses pero cuando comien­zan a volverse amarillos hay que probar alguno para saber cuándo arrancarlos. Una vez recogidos se enjugan con un trapo limpio, se guardan en un lugar fresco durante algunos días y se llevan des­pués al refrigerador. Si no se dispone de este último se los guarda en una fresquera con refrigeración de agua.

domingo, 14 de octubre de 2007

Rutáceas

Rutáceas


Las naranjas, mandarinas, fortúnelas, limones, limas y pomelos son miembros de la familia de las Rutáceas. Debido a que abarca al género Citrus, las Rutáceas son tan importantes para los habitantes de las regiones sub­tropicales como las rosáceas para los de climas templa­dos. Los cítricos son muy aromáticos y perennes.


Los que crecen en las regiones tropicales no tienen tan buen gusto como los cultivados en lo que se deno­mina clima mediterráneo. Por otro lado no resisten las heladas si bien los naranjos son más resistentes en este aspecto que los limoneros, a los que dañan y llegan a matar las temperaturas inferiores a —3 °C. Esto signi­fica que el cultivo de los cítricos al aire libre ha de limitarse a las costas mediterráneas de Europa, a Florida, el sur de California y parte de Arizona en Norteamérica y a Sudáfrica y las regiones subtropicales de Sudamérica y Australia. Pero esto no es óbice para que sean un cul­tivo viable de invernadero: en el siglo XVII fueron muy comunes entre las familias ricas de Inglaterra los inver­naderos llamados "orangeries".


Mi opinión es que si dispusiera sólo de espacio para un árbol de este tipo plantaría un limonero. Un naranjo satisface sólo una pequeña parte de las necesidades de fruta que tiene una familia durante el año, mientras que el limonero cubre todas las necesidades de una familia a este respecto.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Pera

Pera


Si todavía queda espacio después de plantar tres manzanos, un peral es una buena opción para ocupar el cuarto lugar, aunque conviene recordar que la mayoría de las variedades necesitan tener cerca otro ejemplar para la polinización. El cultivo de los perales es muy similar al de los manzanos, si bien son bas­tante más exigentes y requieren más cuidados y atenciones.


Suelo y clima:

Las heladas causan más daños a los perales que a los manzanos ya que florecen antes y los hielos llegan a matar las flores. Para fructi­ficar necesitan también un período de letargo. Prefieren suelo pesado pero que esté bien drenado.


Tratamiento del suelo:

Antes de plantar cualquier frutal hay que labrar bien la tierra (una cava intensa) y los perales no constituyen ninguna excepción a esta regla. El suelo debe ser de reacción casi neutra, con un pH entre

6.5 y 7.5.


Multiplicación:

Los perales que se obtienen a partir de semillas no suelen dar buen resultado. Para producir árboles que den fruto y que sean resisten­tes y vigorosos hace falta injertar. La diferencia entre ellos y los manzanos radica en que a veces requieren una operación doble o sobreinjerto.

La East Mailing Research Station goza de renombre universal como proveedora de portainjertos o patrones para pera­les. El más utilizado es el membrillero "Mailing A". Si se quieren árboles enanos hay que utilizar el membrillero "Mailing C". Los perales suelen ser autoestériles y hay que plantarlos juntos con otras variedades para la fecundación mutua. En la página 98 se explica cómo se planta un árbol frutal. También pueden cultivarse en bancal profundo circular, o separados 1.8 m en ban­cal profundo ordinario si se los mantiene de pequeño tamaño.


Cuidados durante el crecimiento:

Excepto que soportan una poda más intensa que los manzanos sin desarrollarse por eso en exceso, el procedimiento con ambas espe­cies es idéntico. A los perales de fruc­tificación apical se los trata del mismo modo que a los manzanos del mismo tipo.


Si un ejemplar deja de echar nueva vegetación, lo cual sucede a veces en árboles todavía vivos, hay que podar los brotes leñosos de dos o hasta de tres años para estimular así un nuevo desarrollo.




Plagas y enfermedades:

A los perales los pueden atacar las mismas enfermedades que a los manzanos y hay que tomar las mismas medidas.

Tizón: En Gran Bretaña hay que denunciar su presencia en cuanto aparece. Ataca durante la época de floración y hace que las flores se oscurezcan y marchiten; todas las partes del árbol acaban enne­greciéndose como si hubieran ardido. Hay que cortar las partes afectadas al menos desde 15 cm del punto de infección con un cuchillo esterilizado y quemarlas de inmediato.

Erinosis del peral: Se debe a un acaro que ataca a las hojas en pri­mavera y hace que aparezcan sobre ellas ampollas verdes o rojas. Hay que arrancar las hojas atacadas y quemarlas sin dilación.

Fitoptoriosis: Es una enfermedad causada por un hongo. Aparecen manchas pardas sobre la piel del fruto y se pudre la pulpa. Hay que quemar los frutos afectados y rociar con caldo bórdeles.


Recolección y almacenamiento:


Hay que recoger las peras poco antes de que estén del todo maduras, en cuanto se desprendan con facilidad al tirar de ellas. Deben tomarse muchas precauciones para no magullarlas. Se las guarda igual que las manzanas a una temperatura lo más cercana posible a — 1 °C, aunque antes de consumirlas se las lleve a la temperatura ambiente y se las deje madurar.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Rosáceas

Rosáceas


Manzanas, peras, membrillos, cerezas, melocotones, albaricoques, ciruelas, frambuesas, zarzamoras y fresas son frutos producidos por miembros de la útil y hermosa familia de las Rosáceas. Es una enorme familia que incluye asimismo a la agrimonia, la pimpinela o sanguisorba, el serbal, más de 500 especies de espinos y, desde luego, a los rosales.

La mayoría de los frutales cultivados en climas templados pertenecen a esta familia que tiene varias subdi­visiones: entre ellas hay plantas con fruto de hueso como por ejemplo las cerezas y las ciruelas, las que tie­nen bayas como en el caso de las fresas y las frambue­sas, y las que dan lo que los botánicos llaman pomos.


Los insectos polinizan a todas las especies, razón por la cual tienen flores tan atractivas. Dependen también de las aves y de los mamíferos para propagar sus semi­llas —bien estercoladas— por lo que sus frutos son muy vistosos y además comestibles. Y así, con la ayuda de otros seres vivientes, el ciclo se renueva y las Rosáceas siguen alegrando nuestras vidas.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Zarzamora

Zarzamora


En la mayoría de las regiones templadas del mundo las zarzamoras crecen silvestres casi en cualquier lugar, y cogerlas constituye una diversión. De todas maneras, para contar con un suministro regu­lar vale la pena cultivar algunos arbustos.


Suelo y clima:

Existen diversas especies de zarzas y a partir de ellas se han obte­nido diversas variedades cultivadas que se adaptan a cualquier clima desde la región templada más fría hasta otras subtropicales. Prefieren un suelo rico y bien drenado (pH 7), en un lugar resguar­dado.


Multiplicación:

Las zarzas se propagan mediante esqueje, renuevos, acodo, o por división de la raíz, para lo cual se desentierra un trozo de planta con raíces y se la vuelve a plantar. El método más sencillo de todos es a partir de esqueje apical, que consiste en cortar el ápice de un tallo e introducirlo en tierra, donde echará raíces. Todo el material de plantación se envuelve en musgo o papel de periódico húmedo y se guarda en una bolsa de plástico hasta que se necesite.


Si se quieren obtener a partir de semilla hay que "estratificar­las", es decir, tenerlas metidas en invierno durante tres meses en una caja llena de arena a la temperatura ambiente y después alma­cenarlas a 4°C durante otros tres meses.


La plantación de esquejes, acodos, raíces o plantones se hace a finales del otoño o comienzos de la primavera. Las semillas se siembran al comienzo de la primavera. Hay que dejar 1.8 m entre los arbustos.


Cuidados durante el crecimiento:

Las moras crecen sobre las ramas del último año por lo que con la poda invernal deben cortarse todas las que ya hayan dado fruto, a menos que sean de las variedades "Himalaya" o "Evergreen". Estas fructifican durante varios años en la misma rama y no es necesario podarlas con tanta intensidad. Deben dejarse, por regla general, unas diez nuevas ramas fuertes para el año siguiente.

Plagas y enfermedades:

Roya: Se manifiesta en forma de esporas de color naranja intenso por debajo de las hojas. Si la planta produce tallos largos y delga­dos con hojas estrechas hay que mirar si está enferma. Deben arrancarse y quemarse los ejemplares afectados.


Recolección y almacenamiento:


Las zarzamoras están en condiciones de ser recogidas cuando casi se caen de la zarza. Se meten en cajas poco hondas en el refrigera­dor o se las congela para consumo en invierno.

martes, 18 de septiembre de 2007

Cerezas

Cerezas


Sólo merece la pena plantar un cerezo si el huerto reúne dos condiciones. Primero, ha de sobrar espacio después de haberlo dedicado a las hortalizas, los frutos de baya y los de mayor consumo, como los manzanos, perales y ciruelos; un cerezo ocupa una enorme extensión, a veces de hasta 45 m2. Segundo, el huerto debe estar relativamente libre de aves. Si no es así, devorarán gran parte del fruto, y entonces lo mejor que podrá hacerse será cultivarlo contra una pared y cubrirlo con una red.


Existen dos tipos de cerezas: las propiamente dichas y las guindas. Hablando en un sentido general, las primeras son para con­sumo en fresco y las segundas se destinan para cocción, embotellado y preparación de mermeladas. Las últimas tienen la ventaja que resultan menos atractivas para los pájaros y que se pueden cul­tivar en cualquier parte del huerto, mientras que las primeras requieren un lugar soleado o una pared orientada al sur. Hay una variedad de guinda, la garrafal, que es la más adecuada para cul­tivo pues es resistente y autofértil.

Suelo y clima:

Los cerezos crecen en tierra franca ligera y bien drenada. Prospe­ran incluso en terrenos de grava, aunque hunden mucho sus raíces por lo que deberá tratarse de suelos profundos. Los cerezos amar­gos crecen en arcillas mejor que los anteriores, si bien prefieren también un terreno ligero y profundo. Ambas variedades muestran preferencia por un pH de 6 ó 7 aunque toleran más cal que los manzanos llegando a admitir un pH de hasta 8. Crecen en climas templados, pero hay variedades que dan fruto en otros más extre­mados. Sin embargo, las flores de la mayoría de las variedades son sensibles a las heladas y no deben cultivarse en donde se produz­can embolsamientos de aire helado.


Tratamiento del suelo:

Hay que hacer una labranza integral (es decir, una cava en profun­didad).


Multiplicación:

Las púas de cerezo suelen injertarse en patrones de cerezo silvestre. El más común es el Mailing 12/1. Lo más sencillo es comprar el cerezo que se desea, ya injertado, pero si uno mismo quiere preparar los propios injertos, en la página 99 se describen los métodos más apropiados. Como casi ningún cerezo puede ferti­lizarse a sí mismo, conviene tener dos variedades injertadas en el mismo árbol. Deben elegirse dos que florezcan al mismo tiempo. Los árboles se plantan igual que los manzanos. Hay que separarlos en el huerto 13 m. Si crecen en un arriate contra una pared, conviene cultivarlos en bancal profundo. En los demás casos son demasiado grandes para seguir este método.


Cuidados durante el crecimiento:

Se los poda según se indica en la ilustración inferior. Conviene apli­car una materia rica en nitrógeno a razón de 28 g por cada año de desarrollo del árbol, hasta que alcance los cinco años. Todo lo que hay que hacer es extender el producto utilizado por el suelo cerca de la base del árbol. Pasado ese primer período, deben aplicarse 140 g por año. Con 500 g de harina de semilla de algodón o 225 g de harina de sangre se facilitan al árbol los 28 g de nitrógeno reco­mendados.


El suelo debe permanecer desnudo debajo de los cerezos durante los cinco primeros años, aunque no hay que excavar en profundi­dad. Es suficiente con una labor de azada o un acolchado. Tras el quinto año se eliminan las malas hierbas y se plantan algunos nar­cisos, tulipanes o crocos a su alrededor, se siembra césped y se deja crecer. La otra posibilidad es dejar correr unas gallinas por debajo. Si se hace esto hay que asegurarse de que son las suficientes como para producir 11 kg de estiércol al año.


Plagas y enfermedades:

Pulgón negro: Estos pulgones hacen que las hojas se ricen, fenó­meno acompañado a veces por la aparición de manchas negras. Si los árboles están invadidos hay que rociarlos con una solución de alquitrán o caldo borgoñés.

Mal del plomo: Si no se controla esta enfermedad llega a matar el árbol. La causa un hongo que vive sobre madera muerta por lo que no aparece si se poda bien a principios del verano y se recubren las heridas con pintura.


Recolección

Las cerezas dulces se recogen cuando están maduras y se las con­sume de inmediato. Las acidas se arrancan dejando el pecíolo, de lo contrario se las desgarraría.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Ciruelas

Ciruelas


Las ciruelas son cultivos sencillos comparados con las manzanas, las peras y los melocotones. Son bastante resistentes, no sufren excesivas enfermedades y dan abundante cosecha por espacio de varios años. Hay multitud de variedades entre las que destacan la damascena, la Claudia, la de dama, la de pernigón, etc.


Suelo y clima:

Los ciruelos prefieren suelo profundo pero prosperan también en arcillas o margas profundas siempre que estén bien drenadas, pero no en las superficiales y secas. Los ciruelos damascenos toleran algo mejor los suelos poco profundos. Los ciruelos florecen tem­prano y son, por consiguiente, vulnerables a las heladas primavera­les por lo que no se los debe plantar en lugares en donde se reman­sen bolsas de aire frío. Lo mismo que otros frutales de climas templados, necesitan pasar por una fase de inactividad durante los inviernos fríos.


Tratamiento del suelo:

El mejor es un suelo de reacción neutra, con un pH de 7 más o menos, por lo que habrá que encalar si es ácido. Se labra (cava profunda) la tierra antes de plantarlos y si es posible se cultivan una o incluso dos cosechas de abono verde. Se las entierra después con la azada o con el motocultor. El terreno debe estar bien drena­do. De lo contrario, hay que llenar el fondo del hoyo con una capa de 30 cm de piedras y enterrar una tubería que conduzca el agua hasta un foso o un terreno más bajo.


Multiplicación:

Los ciruelos comunes y los damascenos han de injertarse siempre, como también lo estarán casi siempre los adquiridos en vivero. "Myrobalan B" es un buen patrón para árboles grandes de fruto abundante que toleren la arcilla. "St. Julien A" y "Common Plum" son mejores para ejemplares pequeños. Los ciruelos se plan­tan igual que los manzanos. No son autopolinizantes por lo que hay que plantar al menos dos, o más variedades compati­bles. Hay que asesorarse al respecto en un vivero. Hay que dejar 7 m entre los árboles formados (o pie alto) si están sobre patrón "Myrobalan", y 4.5 m entre los ejemplares plantados sobre patrón enano como por ejemplo "St. Julien". Los ciruelos se plantan tam­bién en bancal profundo circular. La plantación se hace a comienzos del invierno, pero en las regiones de inviernos excepcionalmente fríos se efectúa al inicio de la primavera.

Cuidados durante el crecimiento:

La abundancia de abono favorece a los ciruelos. Es muy conveniente soltar gallinas u otras aves por debajo de ellos; si no, hay que aplicar una buena cobertura de compost o estiércol de establo o de vacuno.


Poda: Los ciruelos se podan para darles las formas diferentes. La primera poda se hace en el momento de plantar el árbol, y las posteriores a comienzos del verano, ya que si se reali­zan en invierno existe el peligro de aparición del mal del plomo.


Los ciruelos producen algunos años un peso considerable de fruto y como sus ramas suelen ser bastante débiles, aquellas que tengan mayor cantidad de fruta requieren soporte. Hay dos mane­ras de hacerlo.


Plagas y enfermedades:

Los ciruelos sufren las mismas plagas y enfermedades que los man­zanos (véase Manzana) aparte de algunas propias.

Mal del plomo: El síntoma es que las hojas se platean, pero la enfermedad ataca y mata a todo el árbol. Lo causa un hongo que crece sobre madera muerta. Cuando se hace la poda intensa de comienzos del verano hay que quemar el ramaje cortado y cubrir las heridas con pintura con lo cual se queda a salvo de la enferme­dad.

Tizón bacteriano: Se evidencia primero en forma de rayas negras sobre los brotes jóvenes. Aparecen más tarde manchas negras sobre las hojas y los frutos, que se vuelven incomestibles. No hay más cura que podar y quemar la madera cortada. Algunas varieda­des son más resistentes que otras. El patrón "Myrobalan" confiere un cierto grado de inmunidad.

Pudrición del corazón: Se produce a veces cuando se dejan en el árbol tocones serrados; los tocones curan con lentitud por lo que las bacterias pueden penetrar y matar la madera que hay por debajo de la corteza. Para evitarlo hay que cortar todas las ramas a ras del tronco.


Recolección y almacenamiento:


Para preparar mermeladas o jaleas, o para embotellar (para lo cual las ciruelas son excelentes), se recogen los frutos cuando aparece el vello sobre ellos aunque antes de que se vuelvan blandos. Para consumo fresco se las recoge cuando están maduras, que es cuando se arrancan con facilidad del árbol. En los climas secos y cálidos las ciruelas destinadas a ser pasas se dejan en el árbol hasta que están bien secas y caen con facilidad. Se las seca después en bandejas al sol. En climas húmedos hay que hacerlo por medios artificiales.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Ciruelas

Ciruelas


Las ciruelas son cultivos sencillos comparados con las manzanas, las peras y los melocotones. Son bastante resistentes, no sufren excesivas enfermedades y dan abundante cosecha por espacio de varios años. Hay multitud de variedades entre las que destacan la damascena, la Claudia, la de dama, la de pernigón, etc.


Suelo y clima:

Los ciruelos prefieren suelo profundo pero prosperan también en arcillas o margas profundas siempre que estén bien drenadas, pero no en las superficiales y secas. Los ciruelos damascenos toleran algo mejor los suelos poco profundos. Los ciruelos florecen tem­prano y son, por consiguiente, vulnerables a las heladas primavera­les por lo que no se los debe plantar en lugares en donde se reman­sen bolsas de aire frío. Lo mismo que otros frutales de climas templados, necesitan pasar por una fase de inactividad durante los inviernos fríos.


Tratamiento del suelo:

El mejor es un suelo de reacción neutra, con un pH de 7 más o menos, por lo que habrá que encalar si es ácido. Se labra (cava profunda) la tierra antes de plantarlos y si es posible se cultivan una o incluso dos cosechas de abono verde. Se las entierra después con la azada o con el motocultor. El terreno debe estar bien drena­do. De lo contrario, hay que llenar el fondo del hoyo con una capa de 30 cm de piedras y enterrar una tubería que conduzca el agua hasta un foso o un terreno más bajo.


Multiplicación:

Los ciruelos comunes y los damascenos han de injertarse siempre, como también lo estarán casi siempre los adquiridos en vivero. "Myrobalan B" es un buen patrón para árboles grandes de fruto abundante que toleren la arcilla. "St. Julien A" y "Common Plum" son mejores para ejemplares pequeños. Los ciruelos se plan­tan igual que los manzanos. No son autopolinizantes por lo que hay que plantar al menos dos, o más variedades compati­bles. Hay que asesorarse al respecto en un vivero. Hay que dejar 7 m entre los árboles formados (o pie alto) si están sobre patrón "Myrobalan", y 4.5 m entre los ejemplares plantados sobre patrón enano como por ejemplo "St. Julien". Los ciruelos se plantan tam­bién en bancal profundo circular. La plantación se hace a comienzos del invierno, pero en las regiones de inviernos excepcionalmente fríos se efectúa al inicio de la primavera.


Cuidados durante el crecimiento:

La abundancia de abono favorece a los ciruelos. Es muy conveniente soltar gallinas u otras aves por debajo de ellos; si no, hay que aplicar una buena cobertura de compost o estiércol de establo o de vacuno.


Poda: Los ciruelos se podan para darles las formas diferentes. La primera poda se hace en el momento de plantar el árbol, y las posteriores a comienzos del verano, ya que si se reali­zan en invierno existe el peligro de aparición del mal del plomo.


Los ciruelos producen algunos años un peso considerable de fruto y como sus ramas suelen ser bastante débiles, aquellas que tengan mayor cantidad de fruta requieren soporte. Hay dos mane­ras de hacerlo.


Plagas y enfermedades:

Los ciruelos sufren las mismas plagas y enfermedades que los man­zanos (véase Manzana) aparte de algunas propias.

Mal del plomo: El síntoma es que las hojas se platean, pero la enfermedad ataca y mata a todo el árbol. Lo causa un hongo que crece sobre madera muerta. Cuando se hace la poda intensa de comienzos del verano hay que quemar el ramaje cortado y cubrir las heridas con pintura con lo cual se queda a salvo de la enferme­dad.

Tizón bacteriano: Se evidencia primero en forma de rayas negras sobre los brotes jóvenes. Aparecen más tarde manchas negras sobre las hojas y los frutos, que se vuelven incomestibles. No hay más cura que podar y quemar la madera cortada. Algunas varieda­des son más resistentes que otras. El patrón "Myrobalan" confiere un cierto grado de inmunidad.

Pudrición del corazón: Se produce a veces cuando se dejan en el árbol tocones serrados; los tocones curan con lentitud por lo que las bacterias pueden penetrar y matar la madera que hay por debajo de la corteza. Para evitarlo hay que cortar todas las ramas a ras del tronco.


Recolección y almacenamiento:


Para preparar mermeladas o jaleas, o para embotellar (para lo cual las ciruelas son excelentes), se recogen los frutos cuando aparece el vello sobre ellos aunque antes de que se vuelvan blandos. Para consumo fresco se las recoge cuando están maduras, que es cuando se arrancan con facilidad del árbol. En los climas secos y cálidos las ciruelas destinadas a ser pasas se dejan en el árbol hasta que están bien secas y caen con facilidad. Se las seca después en bandejas al sol. En climas húmedos hay que hacerlo por medios artificiales.

sábado, 18 de agosto de 2007

Frambuesas

Frambuesas


Las frambuesas son uno de los mejores frutos blandos que puede cultivar el hortelano autosuficiente. Son resistentes y soportan el abandono, aunque no debieran tener que demostrarlo.


Suelo y clima:

Prefieren suelos ligeramente ácidos por lo que no debe encalarse en ninguna circunstancia. La cal causa clorosis (amarilleo de las hojas). De todas maneras necesitan que la tierra sea buena por lo que si el suelo es ligero y arenoso hay que incorporar gran cantidad de estiércol. Los frambuesos prefieren el sol, pero si éste es escaso en el huerto crecen también en un lugar umbrío.

Tratamiento del suelo:

Se cava en otoño una zanja de dos paletadas de profundidad y se la llena con una mezcla de tierra y compost o estiércol. Necesita gran cantidad de potasio por lo que conviene añadir ceniza de madera si se dispone de ella; en caso contrario se agrega cualquier otro abono potásico. Tiene raíces tanto superficiales como profundas y necesita abundante humus.


Si sólo se quiere tener una hilera no hay problema; pero las raí­ces se extienden mucho y para plantar más de una hilera hay que separarlas bastante: lo normal en los huertos comerciales es 1.8 m pero es suficiente con 1.2 m para ahorrar espacio.


Multiplicación:

Recomiendo encarecidamente adquirir patrones con certificado sanitario expedido por un organismo oficial. Esos ejemplares dan mejores cosechas y duran mucho más tiempo que los que se pue­den obtener de un vecino que corta en otoño los renuevos de sus ejemplares. Las plantas certificadas consisten en un tallo con un talón de raíz sobre ella. Se plantan las raíces separadas 30 cm en hileras distanciadas 1.2 m. Se las entierra a 8 cm, se las cubre de tierra y se aprieta bien. Hay que cortar el tallo acto seguido hasta dejarlo a 23 cm por encima del suelo.


No hay razón alguna para no multiplicar los propios frambuesos en años sucesivos. "Andan" lo mismo que las fresas pero lo hacen de un modo totalmente distinto. Con el método del bancal pro­fundo hay que plantarlos en hileras separadas entre sí 45 cm. Debido a que sus raíces son superficiales no es aconsejable el cultivo intercalado. No se los debe plantar en donde ha habido frambuesos con anterioridad ni tampoco inmediatamente después de las patatas o los tomates porque padecen algunas de las mismas enfermedades.


Cuidados durante el crecimiento:

No hay que dejarlos que den fruto el primer año: hay que arrancar las flores pues de lo contrario la fructificación debilita a la planta. En el segundo verano ya pueden producir. Hay que eliminar las malas hierbas en un radio de unos 30 cm alrededor de las plantas mediante un acolchado abundante, para el que puede utilizarse cés­ped segado, hojas o compost. Hay que hacer labor de azada entre las hileras. No deben dejarse arraigar malezas ni hierbas pues impiden el desarrollo de los frambuesos. Hay que verificar si el acolchado es lo bastante espeso cada primavera. Las hileras de los frambuesos son un buen sitio para depositar las cenizas de madera. El empalizado del frambueso es sencillo pero necesario. Hay que preparar una cerca con tres cables de alambre, el más alto situado a 1.5 m por encima del suelo, y los otros debajo a intervalos regulares. Se atan a ellos los tallos. Hay quienes utilizan tres pares de cables y se limitan a meter los tallos entre cada par. Da resultado pero es mejor atarlos.

Poda: En otoño, después de que se hayan marchitado todas las hojas, se cortan hasta cerca del suelo los tallos que hayan fructifi­cado y se los poda del modo indicado en la figura de arriba.


Conviene recordar que los frambuesos actúan como bienales aunque sean en realidad perennes. Las ramas que se desarrollan un año dan fruto al siguiente y mueren después. Por eso hay que cor­tar cada año las que han fructificado, y dejar las que han nacido ese mismo año pues son las que darán fruto al siguiente.


Plagas y enfermedades:

Existen varias enfermedades causadas por virus y hongos que afec­tan a los frambuesos. Si se observa decoloración u otro signo de enfermedad, hay que cortar y quemar la parte afectada.

Mosaico del frambueso: Es la peor de entre las diversas virosis que se presentan y hace que las hojas se ricen y muestren manchas rojas y amarillas. Hay que arrancar los ejemplares afectados y quemarlos. Si no se hace, los pulgones trasmiten el virus a otras plantas.

Carencia de hierro: Si se observan zonas amarillas entre los nervios de las hojas es probable que se trate de falta de hierro. Apa­rece con mayor frecuencia en suelos muy alcalinos.


Recolección y almacenamiento:


Lo mejor es comer, crudas con nata, tantas como se pueda. El resto se guarda: se congelan y embotellan. Cuando llueve encima del fruto maduro hay que recogerlo en cuanto cesa la lluvia y congelarlo o embotellarlo; si no se hace así se enmohece. No deben dejarse frutos enmohecidos en la planta, pues el moho se transmitiría a otras plantas.

viernes, 3 de agosto de 2007

Fresas

Fresas


Es divertido cultivar fresas, aunque un poco difícil. Todos los hor­telanos están de acuerdo con la frase de que "sin duda Dios pudo haberlas creado mejores, pero indudablemente no lo hizo".


Las fresas son plantas que "andan", ya que son perennes que no poseen un sistema complicado de raíces. Por esa razón, cuando agotan el suelo sobre el que viven en uno o dos años, para huir de él y encontrar otro nuevo, echan estolones que se desplazan reptando por el terreno hasta dar con el lugar adecuado donde enraizar.


Existen diversas variedades de las llamadas fresas "trepadoras" o "perpetuas". Fructifican más tarde que las variedades normales y lo siguen haciendo hasta finales del otoño. Conviene plantar algu­nos ejemplares para poder saborear esta fruta en tiempo frío. For­zando en primavera las variedades normales bajo campana, túneles de plástico o miniinvernadero, y disponiendo asimismo de variedades trepadoras, es posible comer fresas desde principios del verano hasta el otoño.


Suelo y clima:

Las fresas son especies de bosque y esto es algo que hay que tener en cuenta en el momento de elegir y buscar su ubicación. Significa que toleran la sombra aunque fructifican mucho mejor al sol; pre­fieren gran cantidad de humus (crecen en mantillo casi puro, como sucede en estado silvestre); no ponen tampoco reparos a medios bastante ácidos. Prosperan mejor en los suelos ligeros que en los arcillosos, pero si disponen de humus abundante crecen en cual­quier lugar bien drenado. Son una especie de clima templado y adquieren mejor sabor en los climas fríos que en los cálidos. Con viene trasladarlas cada tres años con nuevas plantas a un terreno fresco.

Tratamiento del suelo:

Hay que cavar el terreno a la profundidad de una paletada e incor­porar una gran cantidad de compost o de cualquier abono orgá­nico bien maduro. Las fresas crecen asimismo con esos sistemas hortícolas en que no se labra la tierra siempre que la tie­rra esté cubierta de suficiente compost. Son también muy exigentes en cuanto al potasio, por lo que si se dispone de cenizas de madera conviene aplicarlas encima. El estiércol de granja es también rico en potasio.


Multiplicación:

La primera vez que se planten fresas hay que adquirir patrones libres de virus de un proveedor digno de confianza y provistos de certificado fitosanitario. A menos que se quieran obtener nuevas variedades, en cuyo caso hay que lograrlas a partir de semilla, lo mejor es multiplicarlas a partir de estolones. Existen pocas varieda­des que no formen estos últimos, y se las multiplica por división de la corona.


La mayoría de las variedades de fresa dan estolones que echan raíces por sí mismos, pero una manera de estimular su formación es mediante la eliminación de las flores de algunos de los ejemplares. Todo lo que hay que hacer es separar el estolón de la planta principal, desenterrar la plantita que tiene en su extremo y trasplan­tarla. Más seguro es colocar pequeñas macetas de tierra cerca de la planta madre y sujetar sobre ellas los extremos de los estolones. Cuando han echado raíces se los separa de la madre, se desentie­rran las macetas y se los transplanta a su emplazamiento definiti­vo. Con este sistema es posible establecer un nuevo fresal cada año y levantar otro después de que haya dado fruto durante tres temporadas. Así, cada otoño habrá un fresal recién plantado, uno de un año, otro de dos y otro de tres, este último a punto de ser arranca­do. Los nuevos deben plantarse lo más lejos posible de los viejos para evitar la propagación de enfermedades.


Es posible plantar o transplantar fresas en cualquier época del año (si los inviernos son suaves) pero lo tradicional es hacerlo a finales del verano, pues así se puede recoger una cosecha al año siguiente. Hay que colocarlas separadas 38 cm en hileras distancia­das 75 cm. Debe dejarse la corona a nivel del suelo pero con las raíces extendidas a lo ancho y en profundidad. Hay que regar bien las nuevas plantas.


Las fresas crecen muy bien en bancal profundo. Su plantación y distancias son las mismas que en bancal corriente.


Cuidados durante el crecimiento:

Es muy fácil que las malas hierbas infecten un fresal. Las plantas se extienden de modo incansable y resulta muy difícil desherbar. Hay que utilizar la azada mientras sea posible, y luego escardar a mano. Si la plantación se hizo entre el final de un verano y el comienzo del siguiente, no debe dejarse fructificar hasta el año des­pués y no antes: durante el primer verano de las plantas se arran­can las flores.


Debe pasarse la horquilla sobre el terreno en primavera, cuando las plantas comiencen a extenderse, y poner abundante paja debajo de los tallos. Así se eliminan las malas hierbas y se mantiene a las fresas limpias y sanas. Pero hay que vigilar la presencia de las ba­bosas.


Si hay muchos pájaros hará falta colocar una red. Ésta puede estar a baja altura sobre los fresales, en cuyo caso hay que retirarla cada vez que se recogen fresas; también puede tratarse de una jaula para frutales, que resulta cara, a menos que la construya uno mismo.


Plagas y enfermedades:

Debe evitarse administrar excesivo nitrógeno a las fresas, pues las debilita y abre las puertas a las enfermedades.

Mildiu: Se presenta en forma de polvo blanco que da a las fresas un color marrón apagado. Hay que rociar con azufre a intervalos regulares.

Pulgones: Son una amenaza porque propagan virus, especialmente los causantes del encrespamiento y de las manchas amarillas de las hojas, que debilitan a las plantas. Para evitarlo, en abril hay que rociar con abundante nicotina o derris el centro de las plantas. No debe usarse nicotina cuando las fresas están casi maduras.

Escarabajo del fresal: Este pequeño insecto devora las fresas. Hay que mantener bien desherbada la parcela, evitando de ese modo que los escarabajos se instalen en las proximidades.

Moho gris: Se le llama también botritis. Aparece primero en forma de mancha gris sobre las flores y después sobre los frutos, en donde se desarrolla hasta formar una vellosidad grisácea que los pudre. Hay que espolvorear azufre sobre las flores en cuanto aparece el primer signo.

Podredumbre: Si se pudren las fresas después de llover hay que arrancarlas y echarlas al montón de compost. Deben recogerse sin demora todas las que están maduras después de llover.


Recolección:

Hay que arrancar los frutos de la planta con el peciolo intacto, que sólo se quita en el momento antes de consumirlos; de lo contrario se pierden vitaminas y otras sustancias nutritivas. Se deben guar­dar a la sombra durante algunas horas o en la nevera por espacio de uno o dos días. Las fresas pueden congelarse, pero al desconge­larlas se tornan blandas.


Después de recogida la cosecha se quita la paja de debajo de los tallos y se limpia la parcela de hojas muertas, estolones sobrantes y malas hierbas.

martes, 24 de julio de 2007

Manzanas

Manzanas


Las manzanas son, con mucho, el cultivo más importante de frutos de pepita en los climas templados. Teniendo variedades tempranas, tardías y otras para guardar, no se carecerá de ellas durante todo el año. La escasez se produce en verano, pero es cuando hay abundancia de frutos de hueso y bayas.


Suelo y clima:

El manzano prefiere una tierra franca buena, profunda y bien drenada, aunque si es pesada se desarrolla también. No crece en gra­veras, suelos muy arenosos, arcillas compactas o tierras superficiales sobre subsuelos calcáreos. Si el terreno no es el adecuado, es siempre posible excavar un gran hoyo, donde se quiera plantar este frutal e incorporar algo de buena tierra procedente de otro lugar. Y, desde luego, toda clase de suelo, ya sea demasiado pesado o ligero, es susceptible de mejora, con abundancia de estiércol.

Los lugares en los que crecen melocotoneros, parras, higueras, albaricoqueros, cítricos y similares no son adecuados para los manzanos. Estos son árboles de climas frescos y requieren de un período de letargo invernal. No les importan los inviernos muy fríos (algunas variedades viven en Alaska) pero no toleran las hela­das tardías una vez iniciada la floración. Este tipo de heladas son las que se abaten sobre los campos en noches tranquilas y claras. Por esta razón hay que procurar no plantarlos en "bolsas de hela­da": esos lugares en los que queda atrapado aire frío después de descender de terrenos elevados. El fondo de los valles y las laderas de las colinas, en especial si tienen obstrucciones tales como un seto, son sitios que forman con gran frecuencia estas bolsas de aire helado. Si el terreno no es liso hay que plantar los manzanos en la parte alta de una colina o en cualquier elevación, en donde no se detenga el aire frío. Pero tampoco se los debe plantar en un lugar expuesto a los vientos.


Tratamiento del suelo:

Es muy conveniente una buena labranza del terreno, cava pro­funda e inversión de la tierra, antes de plantar los frutales. Después de hacerlo, lo mejor sería cultivar una o dos cosechas de plantas de abono verde para después incorporarlas al terreno, con auxilio del azadón, del arado o del motocultor. Si se tiene prisa, que es lo que me pasa a mí siempre, es suficiente con un buen laboreo. Mejora el drenaje y mata a las malas hierbas perennes. Después de la cava hay que apretar la tierra para lo cual se pasa un rodillo o se pisa encima. Se la deja a continuación durante dos semanas para que se asiente. Hay que comprobar con toda certeza si el terreno está bien drenado.


Cuando el terreno es pesado hay que actuar con prudencia. Si se excava un hoyo para el frutal y se llena con compost y excelente tierra franca sucede a veces que sólo se consigue crear una charca. El agua se sume en la tierra y llena el hoyo pero no puede seguir su camino a causa de la arcilla circundante, con lo cual al árbol le falta aire en sus raíces. Para resolver este problema se llenan los 30 cm del fondo del hoyo con piedras y se colocan tuberías de dre­naje que desagüen a un punto más bajo del terreno. Esta disposi­ción permite que el agua escape.


El suelo para los manzanos debe ser de reacción neutra, con un pH de 7 más o menos. Por tanto, si es ácido, hay que encalarlo, aunque con cuidado de no volverlo alcalino en exceso pues aunque los frutales de hueso necesitan cal abundante, los manzanos no.


Multiplicación:

La mayoría de las variedades de frutales no se obtienen a partir de semilla. Las semillas son el producto de la reproducción sexual y en cada una de ellas, por consiguiente, van aunadas las característi cas del padre y de la madre. Para establecer nuevas variedades, no obstante, sí que hay que obtenerlas a partir de semilla (de hecho no existe otro medio) pero una vez encontrada una que resulte ade­cuada, la única manera de reproducirla es por vía vegetativa en lugar de sexual. En otras palabras, hay que utilizar esqueje en lugar de semilla.


A menos que se tenga interés especial en la multiplicación de los frutales, lo mejor es adquirirlos en un vivero. La mayoría de los que se compran están formados por dos variedades distintas de la misma especie, unidas por injerto. Los especialistas seleccionan patrones con determinadas características de resistencia y vigor (para ellos vigor significa el tamaño del árbol cuando se ha desa­rrollado por completo) y seleccionan después otras variedades que muestren buenas características de producción de fruta, que injer­tan a continuación sobre las primeras.


Si se planta directamente en la tierra una pepita de camuesa se obtendrán, desde luego, manzanas de esa clase (si es que la pepita sobrevive), pero el árbol no poseerá la resistencia y vigor que resul­tarían de injertarlo sobre un patrón adecuado. Este último es el que decide el crecimiento del árbol. De este modo, si se usa una varie­dad enana como patrón se obtendrá un frutal enano, o sea, más pequeño de lo que crecería a partir de una semilla.


Existe una organización de reconocido prestigio en todo el mundo dedicada a la obtención de nuevos patrones, que es la East Mailing Research Station, en Kent, Inglaterra. Se cultivan allí miles de nuevas variedades de manzanos y perales, se las vigila y somete a cuidadosa evaluación de la que resultan unas pocas selecciona­das para la reproducción vegetativa. Así pues, en todo el mundo se cultivan manzanos y perales sobre patrones de Mailing.


La mayoría de los manzanos se cultivan en la actualidad sobre patrones enanos. Para distinguir los diversos tipos de éstos se los marca con la letra M (de Mailing) seguida de un número. El tipo más enano es el M19 que produce pequeños árboles de madura­ción temprana pero de frutos grandes, aunque crece sólo en tierras buenas. M26 y MM106 son buenos patrones semienanos y M25 es un patrón muy bueno para ejemplares grandes. M2 y Mili son buenos para el cultivo de árboles grandes sobre suelos pobres.


Es posible también plantar pepitas a fin de obtener uno mismo sus propios patrones y cortar "púas", que son ramillas fructíferas de la misma temporada y que suelen medir unos 45 cm de largo. Pueden unirse ambos mediante injerto. Esto es muy interesante si se dispone de espacio en el huerto y resulta asimismo una actividad muy provechosa.


Los manzanos de pie alto se plantan separados 5 m. Los árboles grandes se cultivan en bancal profundo de forma circular: las variedades enanas o esféricas crecen bien en un bancal profundo normal, separadas 1.8 m, con otras plantas cultivadas entre ellas y a los lados del bancal.


Cuidados durante el crecimiento:

Hay que mantener en todo tiempo un acolchado alrededor del árbol. Conviene tener en cuenta que esa cobertura desaparece con rapidez; las lombrices arrastran los materiales orgánicos dentro de la tierra, donde se descomponen y producen un gran beneficio. Hay que reponer el acolchado con tanta frecuencia como haga falta.


Durante los cuatro primeros años de la vida del árbol éste requiere que el terreno de su alrededor esté libre de hierbas; en el huerto esto significa todo el terreno entre los árboles. Lo que sí puede cultivarse son fresas pues no obstaculizan la nutrición de los frutales, aunque lo mejor para los ejemplares jóvenes es dejar la tie­rra labrada y libre de plantas durante todo el verano, para sembrar en otoño un cultivo invernal de abono verde. Lo ideal es una mez­cla de centeno y veza.


Poda:

La poda de los frutales es una ciencia por sí misma y la mejor manera de aprenderla es observar cómo lo hace un podador experi­mentado. En la página 100 se explican las técnicas básicas.


La ¡dea central de la poda consiste en dar forma al arbusto y controlar el número de ramas fructíferas para obtener buenos fru­tos en abundancia y no un exceso de ellos pero de inferior calidad. Existen dos formas principales de poda: la invernal y la estival. Son bastante diferentes y persiguen fines distintos.


La poda invernal, encaminada en esencia a dar forma al árbol, estimula el crecimiento vegetativo aunque en detrimento a veces de la fructificación: cuanto más se lo pode con mayor rapidez crece. Pero un árbol que gasta todas sus energías en crecer no da fruta. Por esa razón, una vez que el ejemplar ha alcanzado su tamaño definitivo (por lo general al cabo de unos cuatro años en los de tallo alto) hay que restringir esa poda invernal al mínimo. La poda esti­val, que consiste en una reducción de la vegetación de la tempo­rada, contribuye a evitar que el árbol crezca demasiado o a exce­siva velocidad, y estimula una fructificación más temprana.


Plagas y enfermedades:

La mayoría de los fruticultores comerciales combaten las plagas y las enfermedades con un constante rociado de insecticidas y fungi­cidas cada vez más mortíferos. Se envenena así a los parásitos pero también a sus predadores naturales. A medida que se inmunizan contra varios pesticidas hay que aplicar éstos en cantidades cada vez mayores: no es nada extraño pulverizarlos hasta veinticuatro veces en una misma temporada.


Mi opinión es que con un rociado de la solución invernal ade­cuada a finales del invierno, antes de que se abran las yemas, es más que suficiente. Pero aparte de esa pulverización hay que llevar a cabo otras operaciones.


Lo primero y más importante es la higiene. No deben dejarse en el suelo restos de poda, frutos podridos u otros residuos. Si no puede consumirse la fruta que cae, se echa en la pila de compost. Hay que quemar todos los restos de poda. Cuando caigan las hojas debe dejarse a las lombrices que se encarguen de enterrarlas, a menos que estén atacadas por el mildiu, en cuyo caso es necesario quemarlas. No deben dejarse los árboles enfermos o atacados por el cancro, hay que arrancarlos y quemarlos.


Si existen muchos bichos dañinos se coloca una tira ancha de papel o tela untada de grasa alrededor del tronco de cada árbol. Los insectos que suben por ellos se quedan pegados.


Si se tienen gallinas, conviene dejarlas sueltas por debajo de los frutales pues se comen gran cantidad de gusanos perjudiciales. A mediados del verano hay que examinar con cuidado los arbolitos jóvenes y arrancar cualquier fruto deforme o enfermo que se arro­jará al montón de compost.


Mal blanco: Si los árboles padecen de cualquier tipo de mal blanco que origina una pelusilla blancuzca sobre las hojas, hay que quemar éstas cuando caigan en otoño o incorporarlas a la parte cen­tral del montón de compost.


Gusano de las manzanas: Son polillas que depositan sus huevos en las flores y cuyas orugas acaban penetrando en los frutos. La solu­ción consiste en colocar papel ondulado o tela de saco vieja alrede­dor de los troncos y de las ramas principales a mediados del estío. Las orugas se refugiarán en ellos para dar la pupa, momento en que se las quema, en otoño. Antaño se solían encender fogatas en el huerto por el solsticio de estío para que las polillas volaran hacia las llamas.


Roña o moteado: Es un hongo que forma manchas pardas sobre la fruta. Siempre que sean de tamaño pequeño no tienen importancia. Un rociado invernal con fungicida y una cuidadosa higiene son los únicos remedios.


Hoplocampa del manzano: Las larvas amarillentas perforan túne­les en los frutos y los dejan a veces incomestibles en su totalidad. Esto sucede a finales del verano y las manzanas quedan cubiertas de cicatrices en forma de cinta. Se las atrapa en esta época en tarros de cristal tapados con gasa en la que se hacen agujeros de tamaño tal que no permita el paso de las abejas. Se llenan los tarros de agua mezclada con azúcar, miel, melaza o similar, y se cuelgan de las ramas por el lado soleado de los árboles.


Pulgón lanígero: Es una plaga que ataca a las manzanas y a las hojas causando sobre las mismas una pelusa parecida a la lana. Si se aplica alcohol metilado sobre esas manchas se matan las larvas. Otra posibilidad es cultivar alforfón al lado de los árboles, pues esto atrae a ciertas moscas que depositan sus huevos cerca de los Áfidos. Cuando nacen las larvas, se meten debajo de la "lana" y devoran a los pulgones.


Gorgojo del manzano: Deposita sus huevos en las flores. Esto hace con frecuencia que éstas se vuelvan de color pardo y se marchiten. Los gorgojos adultos devoran las hojas. Si se presenta esta plaga hay que colocar un mes antes las mismas trampas utilizadas para las polillas, pues capturan a ambos insectos.


Cancro: Ataca a los frutales principalmente en los climas húmedos. Se producen podredumbres en las ramas o los troncos. Hay que cortar las ramas afectadas y la parte dañada del tronco para dejar la madera limpia, y pintar luego las heridas.


Recolección y almacenamiento:

Hay que recoger las manzanas en verano o antes, y consumirlas o conservarlas con rapidez. Las tardías son las más indicadas para guardar.


No debe almacenarse fruta dañada, inmadura o pasada o aque­lla que carezca de pecíolo. La temperatura ideal para el almacena­miento es de 4°C. Las heladas son tan nocivas como los calores excesivos. La ventilación debe ser buena pero no demasiado fuerte; no hay que permitir corrientes de aire. Hay que evitar también los lugares muy secos; si parece que el aire se seca, conviene rociar agua por el suelo. Los recintos de paredes gruesas y suelo de pie­dra, tierra o ladrillo son mejores que los desvanes. Se colocan las manzanas en capas sencillas de modo que no se toquen entre sí o bien se envuelve cada fruto en papel de periódico o incluso en trapos untados de aceite. No deben guardarse junto con sustancias de olor intenso.


Un método nuevo de guardar tanto las manzanas como las peras es el de las bolsas de politeno, en cuyo caso no es necesario envolver cada manzana por separado.

sábado, 14 de julio de 2007

Melocotón y albaricoquero

Melocotón y albaricoquero


El melocotonero y el albaricoquero son muy similares y deben cultivarse del mismo modo; comparten las mismas plagas y enferme­dades. Hay infinidad de variedades de uno y otro que se diferencian por la lisura o color de la piel, la adherencia de la pulpa al hueso, etc. Son las pavías, griñones, duraznos, fresquillas; botánicamente son idénticos. En climas frescos sólo merece la pena cultivarlos si ya se tienen suficientes manzanos, perales y ciruelos. En cambio, en climas más cálidos pero no subtropicales se los puede considerar como frutales principales. Se cultivan también en inver­nadero.


Suelo y clima:

Los melocotoneros y albaricoqueros crecen en arena o en suelos muy arenosos o abundantes en grava, siempre que dispongan de humus en abundancia. Gustan de veranos muy calurosos e invier­nos bastante fríos. Lo ideal es que la temperatura invernal esté por debajo de los 4 "C durante algunas semanas para que gocen de un período de inactividad, aunque sin que llegue a hacer excesivo frío. Ambos han de estar en un lugar soleado y no se los debe cultivar en donde se formen bolsas de aire helado. Un sitio muy adecuado es una pendiente hacia un lago, un río o un estuario. En climas templados frescos, son de cultivo difícil al aire libre, aunque es posible tener éxito si se los despliega en abanico contra una pared orientada al sur. Sin embargo, si hay que tenerlos en lugar abierto es mejor una pendiente orientada al norte que al sur. Esto se debe a que de este modo no florecen temprano con lo cual se libran de las heladas tardías.

Tratamiento del suelo:

Hay que hacer una buena cava e incorporar humus abundante, aunque no demasiado rico en nitrógeno. El exceso de este elemento vuelve a los melocotoneros exuberantes y tiernos y, por lo tanto, más vulnerables a los daños de la helada. La turba y el mantillo son muy buenos. Lo ideal es un pH de 6 o algo más.


Multiplicación:

Los melocotoneros se plantan a comienzos de la primavera, excepto en climas muy suaves, ya que el tiempo frío les perjudica en su primer año. Debe elegirse una variedad de la que se sepa que es apta para la zona (para ello se pregunta en un vivero local) y se plantan del mismo modo que los manzanos. Se cultivan también en bancal profundo circular. Existe la posibili­dad de adquirirlos ya injertados o de preparar uno el propio injerto


Si se quiere un árbol pequeño, "St. Julien A" es un buen patrón; Brompton es el mejor para los ejemplares grandes. En la actualidad se están obteniendo variedades resistentes y especiales de melocotonero que no requieren injerto.


Cuidados durante el crecimiento:

La fruta sale sólo en la vegetación leñosa del año anterior, hecho que conviene recordar al podar. Al plantar un arbolito joven hay que recortarlo hasta unos 60 cm sobre el nivel del suelo exacta­mente por encima de una rama. A principios del verano se le hace otra poda intensa; se cortan todas las ramas hasta 25 cm del tronco (no a ras de éste). Las nuevas ramas se desarrollan durante el primer verano al lado de los muñones de las viejas. Se eliminan todas excepto tres que constituirán el "esqueleto" del árbol.


Lo que se persigue ahora es hacer que la más recta de las nuevas ramas ascienda en vertical y forme un tronco o, mejor aún, que las tres crezcan hacia arriba separadas entre sí formando un trípode invertido. Todas las podas subsiguientes, que deben hacerse cada año a principios del verano, deben mantener esta forma. Se elimi­nan los brotes dirigidos hacia el interior y se recortan todos los que hayan muerto en su ápice hasta lograr madera blanca sin manchas marrones en el medio. Hay que proteger todas las heridas con pin­tura.


En climas fríos, a los melocotoneros hay que aplicarles nitró­geno a principios de la primavera a razón de 28 g por cada año de crecimiento del árbol. Esta cantidad dosificada permite que el árbol crezca con vigor y fructifique en verano pero detenga su desarrollo antes de la llegada del invierno, cuando las heladas dañarían la nueva vegetación.


Los frutos deben aclararse hasta obtener uno cada 25 cm de rama. Lo mejor es hacerlo en dos fases: hacia mediados del verano se aclaran a 10 cm y unas cuatro semanas después, cuando los fru­tos sean del tamaño de una nuez, a 25 cm.


Plagas y enfermedades:

Rizado del melocotonero: Es una enfermedad muy común en Euro pa. Las hojas se rizan y se arrugan. Hay que rociar con caldo bórdeles a mediados del invierno y de nuevo un mes más tarde. Vuelve a rociarse en otoño antes de la caída de la hoja.

Manchas de las hojas: Es una enfermedad bacteriana que produce manchas pardas sobre las hojas y que llega a resultar grave.


Recolección y almacenamiento:


Cuando los melocotones se ponen amarillos y resultan algo blan­dos al apretarlos, es el momento de recogerlos. Girando un poco el fruto se lo desprende. Puede estar almacenado hasta una quincena en un sótano fresco; otros destinos son la congelación o el envasado. Los albaricoques se cogen y consumen cuando están blandos y maduros, o bien se arrancan un poco antes, cuando todavía están algo duros, y se los pone a secar. Para hacer esto se parte el fruto por la mitad y se retira el hueso. Se los deja después en bandejas al sol, con la cara de partición hacia arriba, hasta tres días.

viernes, 6 de julio de 2007

Membrillos

Membrillos


Los membrilleros están tan emparentados con los manzanos y los perales que estos últimos suelen injertarse sobre ellos ya que son resistentes y producen árboles pequeños. No se los cultiva tanto como se debiera; tienen un sabor delicado y muy especial, y la jalea preparada con ellos es una de las mejores experiencias gastro­nómicas del mundo.


Suelo y clima:

Crecen en cualquier suelo o clima en donde lo hagan los manzanos (véase Manzana) aunque son algo más delicados. Prefieren veranos cálidos e inviernos no demasiado fríos. El suelo pesado les va bien, pero ha de estar drenado.

Tratamiento del suelo:

Hay que hacer una cava profunda del terreno y, si no se tiene prisa, conviene cultivar y enterrar a continuación uno o dos cultivos de abono verde. El suelo debe dar reacción neutra, con un pH 7. Los membrilleros no toleran el exceso de nitrógeno pero necesitan fos­fato y potasio.


Multiplicación:

Si no se compran los plantones en un vivero, la mejor manera de conseguirlos es a partir de esquejes tomados de los renuevos que el árbol echa cada año. En otoño se cortan tiras de 23 cm de largo y se entierran en suelo arenoso hasta dos tercios de su longitud. Al cabo de un año se los lleva a su emplazamiento definitivo.


Cuidados durante el crecimiento:

Los membrilleros se podan dándoles cualquiera de las formas posi­bles o se los deja a su aire, en cuyo caso adoptan forma arbustiva, amplia y achaparrada. No son propensos al ataque de plagas ni enfermedades.


Recolección y almacenamiento


Los frutos se dejan en el árbol hasta que se producen las primeras heladas intensas. Con ellos se prepara jalea, o si no se tiene tiempo para hacerlo de inmediato se los guarda en ambiente húmedo y fresco por espacio de hasta tres meses.

domingo, 24 de junio de 2007

Arándanos

Arándanos


Los arándanos son los frutos idóneos para quien disponga de sue­los arenosos, ácidos y empapados situados en climas fríos. El nom­bre de arándano se usa a veces de modo erróneo como denomina­ción colectiva de varias especies de Ericáceas, la familia de los bre­zos, que incluye algunas como el arándano amargo. Todos estos frutos comestibles crecen en estado silvestre en los climas fríos de montaña en donde no prosperan más frutales. Sin embargo, sólo el arándano en sentido estricto puede cultivarse con éxito y de él existen diversas variedades mejoradas. Es un arbusto que tiene atracti­vas flores de color blanco o rosa y un brillante colorido otoñal en sus hojas. Alcanza una altura de hasta 4.5 m. Maduran con lenti­tud; al cabo de tres años lo más probable es que den solamente algunos pocos frutos y tardan hasta ocho años en dar una cosecha completa. Los arbustos maduros dan una producción elevada.

Suelo y clima:

Los arándanos silvestres crecen en suelos muy ácidos con un nivel freático elevado. Carecen de pelos radicales por lo que son incapa­ces de absorber la humedad de las partículas de tierra como hacen otras plantas. Necesitan por consiguiente que el agua llegue hasta sus raíces. Tampoco pueden absorber los nitratos y es necesario que el nitrógeno esté en forma de amoniaco. Esto significa que el suelo debe ser ácido, pues las bacterias formadoras de amoniaco no pueden vivir en otros suelos.


Lo ideal es plantarlos en un suelo ligeramente franco con humus abundante y algo de arena y con un pH que no supere el 5; un valor de 4.5 es idóneo. Requieren un clima frío con al menos 100 noches en las que la temperatura sea de 4 °C, aunque hay que plan­tarlos a pleno sol.


Tratamiento del suelo:

Los arándanos necesitan gran cantidad de material orgánico. No crecen en suelos de mineral puro por mucha cantidad de abono artificial que se añada. Si el pH es superior a 5 hay que disminuirlo mediante la adición de mantillo, serrín o turba algunos meses antes de iniciar la plantación.


Multiplicación:

Los arándanos no echan raíz con facilidad por lo que es mejor comprarlos en un vivero. Se plantan en primavera separados 1.8 m en hileras distanciadas 2.5 m, dentro de hoyos poco profundos lle­nos de una mezcla a partes iguales de tierra fértil y materia orgáni­ca. Después de plantar hay que acolchar abundantemente con serrín y cortar cada rama por la mitad. Los arándanos se obtienen asimismo por acodos. Hay que hacer una incisión en la parte inferior de cada rama antes de sujetarla al suelo para el acodo.


Cuidados durante el crecimiento:

Durante el primer año el suelo debe mantenerse constantemente húmedo debajo del acolchado. No debe dejarse que los arbustos den fruto alguno durante los cuatro primeros años. Deben arran­carse los ramilletes de ñores. A partir del quinto año deben cor­tarse todas las yemas fructificantes excepto una cada 7 cm. Hay que cortar asimismo algunas de las ramas principales con el fin de dejar una por cada año del árbol. Las pequeñas ramas laterales se cortan todos los veranos. Los arbustos no alcanzan toda su madu­rez hasta transcurridos diez o quince años y a partir de entonces su producción anual es de unos 17 l. Cuando crezcan nuevos brotes vigorosos por encima de la copa del arbusto hay que cortarlos a ras de suelo para estimular el desarrollo de los laterales. Hay que acolchar cada año con abundante material orgánico. No debe dejarse cerca cal ni arena de playa.


Plagas y enfermedades:

Orugas: Son la peor plaga de los arándanos. Forman tiendas de seda por encima de las hojas; hay que quitar los huevos durante el verano o eliminarlos junto con las orugas adultas en primavera.

Cancro: Causa heridas de color pardo rojizo sobre el tallo que matan a las yemas y, en casos graves, afectan a todo el tronco y destruyen la planta. Para evitarlo se cultivan los arándanos en un lugar aireado, se mantienen los arbustos despejados y abiertos mediante podas y se elimina de inmediato cualquier material en­fermo.


Recolección y almacenamiento:


Hay que dejar los frutos en la mata hasta que comiencen a ablan­darse, lo cual sucede al cabo de unos diez días de adquirir el color azul. Esto es cuando el contenido en azúcar es máximo y, por con­siguiente, el sabor más intenso y dulce. Si se recogen antes son bas­tante insípidos. Se las balancea ligeramente de modo que las bayas maduras se desprendan y las que no lo están, resistan. Se las con­gela o se las guarda en refrigerador.

sábado, 16 de junio de 2007

Higos

Higos


Los higos son un fruto mediterráneo de los que se dice que servían de alimento a los filósofos de la antigua Grecia. Sea o no verdad, vale la pena probarlos. Crecen también en climas mucho más fríos de lo que se piensa en general, siempre que dispongan de sol abun­dante y gran cantidad de agua.


Suelo y clima:

En los climas templados las higueras prosperan en el peor suelo de que se disponga siempre que esté bien drenado y a pleno sol. Cre­cen muy bien contra un muro orientado al sur y toleran la arcilla, el suelo rico en cal, arenoso o guijarroso.


Tratamiento del suelo:

Las higueras necesitan gran cantidad de humus por lo que con­viene mezclar la tierra con compost. Hay que darles también un poco de cal. En arcillas pesadas, graveras pobres o terrenos areno­sos no hay problemas; éste es el tipo de suelo que se encuentra en los países de donde esta especie es originaria. Pero en todos los demás suelos es conveniente confinar las raíces. Para hacerlo se cultivan los árboles en cajas de cemento o en cualquier otro reci­piente duro, enterrado en el terreno. Crecen también en barriles o en macetas grandes, tanto en interior como en un patio. Hay que facilitar el drenaje del recipiente.

Multiplicación:

Las higueras crecen a partir de renuevos, esquejes y acodos. Para multiplicarlas por esqueje se cortan de un árbol trozos de madera madura de unos 30 cm de longitud a finales del otoño. Se plantan entonces estos esquejes en una zanja poco profunda de buena tierra franca, de manera que formen un ángulo de 45° con el terreno. Por encima de la superficie hay que dejar sólo un punto de crecimiento.


Los esquejes se colocan separados a intervalos de 22 cm. Se los cubre durante el invierno con tierra suelta de modo que queden enterrados por completo. En primavera se quita esa capa de tierra y se dejan al descubierto, se los cubre con túneles y se riega cuando el suelo esté seco. No deben pasar sed. Cuando el tiempo se ha caldeado realmente se retiran los túneles, se acolcha bien y se riega hasta el otoño. Se los traslada entonces a su empla­zamiento definitivo, con cuidado de no dañar las raíces.


Si un ejemplar viejo echa renuevos se desentierra a finales del otoño manteniendo intactas las raíces y se plantan en su emplaza­miento definitivo. Otra posibilidad es acodar una rama baja contra el suelo y una vez enraizada trasplantarla.


Cuidados durante el crecimiento

Hay que cortar de vez en cuando ramas para mantener abierto el árbol si parece que se vuelve demasiado frondoso. A principios del verano de cada año se recorta 1 cm en todas las ramas principales para que no crezcan largas y delgadas.


Cuando comienzan a aumentar de tamaño los frutos, hay que regar copiosamente. 9-14 l diarios son suficientes si el tiempo es seco.


Plagas y enfermedades:

Podredumbre del algodón: Las higueras adquieren esta enfermedad si se las planta después de algodón. Es incurable; los árboles se marchitan y mueren.

Agriado: Si algún insecto portador de la enfermedad penetra por el extremo abierto del fruto éste se seca y adquiere sabor agrio. Hay que arrancar todo higo que esté arrugado o enfermo y tirarlo al montón de compost.


Recolección y almacenamiento:


Los higos se consumen directamente del árbol cuando están madu­ros. El que no pueda comerse de inmediato hay que secarlo. Esto se hace a pleno sol en bandejas o cajas de secado.

sábado, 19 de mayo de 2007

Moráceas

Moráceas


Los higos y las moras pertenecen a la familia de las Moráceas entre cuyos miembros también se incluyen el cáñamo y el lúpulo, los árboles del caucho del sudeste asiático y sus diminutos parientes los ficus, tan popula­res en la decoración casera, así como numerosos árbo­les tropicales y subtropicales con nombres de sonido tan exótico como el árbol del pan, el trompetero, etc. Las higueras y las moreras son miembros excepcionales de la familia por cuanto crecen en climas templados.


Todas ellas requieren mucho sol. Las higueras se desa­rrollan mejor en los suelos pobres que en los ricos por lo que, para que den fruto, hay que confinar de modo arti­ficial sus raíces.

Los higos y las moras son frutos delica­dos que no toleran el transporte y el almacenamiento; hay que consumirlos recién cogidos del árbol; lo que también se hace es secar o embotellar los higos y pre­parar mermeladas con las moras. Ambos árboles son muy atractivos y longevos, alcanzando unos 9 m.